Pero sí, me he tardado mucho.. perdón. Lo típico (
Y aviso que no me ha dado tiempo a acabar el próximo capítulo, con esto quiero decir que puede que me tarde más en publicar los capítulos (intentaré que no)
¡Espero que os guste! ^^
Parejas: Ariyama, yamajima, okajima, chiitaro, yabuhika, takanoo.
Capítulo 17
Fue un simple roce de labios, nada profundo pero que significaba mucho. Ninguno se separaba, simplemente oprimían sus labios contra los ajenos, con miedo a moverlos. Temían abrir los ojos y que la realidad les golpease de frente, recordándoles las cosas que tenían ambos.
Lentamente y sin quererlo, se fueron separando abriendo los ojos poco a poco para dar paso a una mirada intensa y algo confusa. Se miraron, sin pestañear, tratando de leer lo que los ojos del otro decían, pero simplemente reflejaban confusión. ¿Qué habían hecho? ¿Por qué?
- Yo… - comenzó el menor desviando la mirada y levantándose, estaba muy confundido, no entendía nada. No sabía por qué se había acercado al mayor y propiciado un beso. – Lo siento. – finalizó para después echar a correr hacia las escaleras.
Daiki le siguió con la mirada hasta que ya no pudo observarle más, confuso, triste y con culpabilidad. ¿Por qué no le había detenido? Yamada tenía pareja, acababa de ser infiel y él lo había permitido. Bajó la mirada hacia una de las fotos en la que salían él y Ryosuke riendo radiantemente en la playa, el último verano que pasaron juntos antes de que él se marchase.
Sonrió tristemente, acariciando levemente el rostro de su acompañante en la foto. Una lágrima cayó justamente al lado del rostro del pequeño. ¿Por qué tenían que ser así las cosas? Justo cuando comenzaba a ir bien, ¿por qué todo se volvía tan difícil? Se sentía terriblemente culpable y le dolía escuchar ese “lo siento” arrepentido salir de la boca del menor. Sabía que ahora Yamada estaría atormentado, que no podría dormir y la estancia sería mucho más incómoda ahora.
Llevó su otra mano debajo de uno de sus ojos y limpió las lágrimas que caían. Se mordió el labio inferior tratando de retener los sollozos que querían salir de su garganta, todo era tan difícil. No encontraba solución a esa situación, no sabía qué tenía que hacer para que todo fuese más llevadero, no se le ocurría nada. Quería aliviar esa pesadez que seguramente oprimía el corazón del más joven, quería restarle importancia al asunto… pero no podía. Ese pequeño acercamiento le había hecho inmensamente feliz, tan feliz que casi no se arrepentía de lo que acababa de pasar. Se sentía culpable, sí, porque no era el momento para que algo así se diese, pero no se arrepentía. Acababa de volver a probar el dulce sabor de los labios de Ryosuke, ¿cómo podía arrepentirse de eso?
Inhaló varias veces a causa del doloroso llanto, tenía que tranquilizarse. Las cosas no se arreglaban llorando pero no sabía qué hacer. Él que siempre había sido muy positivo, ahora todo era negro. Siempre acababa metiendo la pata e incomodando a Yamada, solamente le traía sufrimiento. ¿Por qué se empeñaba en seguir a su lado si solamente le hacía daño? Ahora él era feliz junto a otra persona y él se estaba interponiendo, confundiendo al menor y trayéndole historias del pasado que eran muy dolorosas. Solamente se le ocurría una forma de arreglarlo todo…
Amanecía en la casa, sonando los despertadores de las dos habitaciones. Chinen abría los ojos con pesadez, ¿por qué se empeñaban en poner la alarma? ¡Estaban en verano, un poco de respeto! Miró a Yuto levantarse y apagar el estridente sonido. Suspiró aliviado y cambió de postura para seguir durmiendo.
- No te des la vuelta y despierta. – espetó sin delicadeza Ryutaro. Chinen dio un pequeño brinco en el sitio, ¿por qué le hablaba? Creía que estaba todo “hablado” entre ellos, no quería tener contacto alguno con él y creía que ya se lo había dejado claro.
Se giró malhumorado, ¿por qué le tenía que hablar a primera hora de la mañana? Arrugó el ceño al ver que el otro sonreía, ¿qué le parecía tan divertido? Se sentó en la cama dejando caer la sabana hasta su cadera.
- Cierto, Chinen. ¿No te acuerdas que hoy íbamos a casa de la abuela de Dai-chan? – Yuto apoyó las palabras que había dicho el menor de todos. El nombrado elevó la mirada tratando de recordar… era cierto, hoy iban a visitar a la abuela Arioka. Suspiró cansado rascándose la nuca.
- ¿Por qué tenemos que ir tan temprano? Sería mejor visitarla por la tarde, dejar a la señora dormir. – se volvió a echar en la cama tapándose hasta la barbilla. No quería levantarse de la cama, estaba tan a gustito…
- ¿No será que quieres que te dejemos dormir a ti? – intervino esta vez Keito sonriendo divertido por la faceta mimada que había cogido Chinen. Pocas veces le veía así, no desde que habían madurado, aunque siempre había sido el niño consentido del grupo.
- Esto también. – respondió Chinen cerrando los ojos, estaba cansado. Él quería seguir durmiendo… pero no podía. No quería hacerle ese feo de no presentarse a Daiki.
- Venga dormilón. – Ryutaro tiró de las sábanas del mayor destapándole completamente, éste se respigó por el frío mañanero (y más estando a primera línea del mar). Chinen arrugó el ceño para después ponerse en posición fetal y tratar de darse algo calor.
Chinen no dijo nada. ¿Qué le pasaba a Ryutaro? Desde hacía una semana que le notaba más cercano a él, ya no le ignoraba como siempre o le hacía comentarios sobre el pasado, simplemente le trataba con normalidad y amigable. Él seguía ignorándole, incluso llegó a contestarle bastante mal en varias ocasiones, pero el menor seguía tratándole amablemente, cosa que solamente le irritaba aún más. No entendía qué pasaba por la mente del menor pero sabía que algo se tramaba.
Se levantó cansado de los constantes mandatos de sus amigos y se dirigió al baño para lavarse la cara y despertar del todo, aún dándole vueltas a la actitud del menor.
Todos bajaron y desayunaron, tranquilamente, charlando animadamente para ser tan temprano. Daiki estaba algo ausente, pensativo y algo distante. Todos se preguntaban qué le pasaba, normalmente no solía ponerse así a menos que fuese importante. Pero ninguno se atrevió a decir nada ya que habían notado algo distraído a Yamada también, así que intuyeron que algo había pasado entre ellos dos.
Fueron hacia la parada del autobús para coger el bus que les dejaba cerca de la casa Arioka. Daiki miraba el cristal distraído, cavilando y convenciéndose de que lo que había decidido era lo correcto.
Llegaron a una modesta casa algo retirada, tenía mucha naturaleza y varios árboles que seguramente la propia anciana había plantado. Nada más posar un pie dentro Daiki cambió su semblante al de siempre, no quería preocupar a su adorada abuela.
- ¡Abuela! – exclamó alegre el nieto y se dirigió corriendo hacia la pequeñita mujer que le sonrió ampliamente. Digna sonrisa de la familia Arioka, algo que los caracterizaba.
- Hola, chicos. – saludó después de deshacerse del abrazo de su nieto. Le sonrió y miró a cada uno de ellos. – Vaya… ya sois todos unos hombres. – sonrió complacida al verles tan grandes, aunque solamente los conocía de las fotos de los álbumes que Daiki varias veces había llevado algún verano.
- Hola, señora. – saludaron ellos cortésmente. Ella se sorprendió de la caballerosidad de ellos nueve y ensanchó la sonrisa.
Daiki los presentó a cada uno, omitiendo a Inoo y Takaki que varias veces habían ido a esa casa. Takaki porque veraneaba en el mismo sitio e Inoo porque sus padres eran muy cercanos a los Arioka y le habían invitado.
Pasaron al salón principal y se dispersaron por el suelo sentándose alrededor de la mesita de té que la señora tenía. Daiki miraba a todos sitios entusiasmado, siempre le había encantado esa casa, mucho más que la propia. Allí, entre esas cuatro paredes, había pasado los mejores veranos de su vida. Rodeado de toda su familia y su incansable abuelo.
Al pensar en él dirigió su mirada al pequeño altar que su abuelo tenía en el salón, miró sonriente la foto que había. Le echaba de menos, solamente él le daba el apoyo moral que él necesitaba para seguir adelante.
- Aquí tenéis, té y pastas. – dejó la bandeja en el centro de la mesa y se agachó con ellos, sentándose al lado de su querido nieto. Sonrió al ver como todos degustaban las pastas que ella misma había hecho la tarde anterior.
- Dai-chan, ¿y tu abuelo? – preguntó Morimoto después de un rato en silencio. Todos estaban ocupados en comer o beber.
Daiki desvió la mirada algo incómoda pero sonriente, ya había pasado hacía mucho tiempo, lo tenía superado, pero aún le tenía muy presente.
- Murió de cáncer hace un año y medio. – respondió la señora de la casa al ver que su nieto no contestaba. Todos quedaron en silencio y miraron sorprendidos a la mujer que había respondido con una sonrisa en los labios.
Ellos no sabían nada, bueno, era normal, había muerto mientras Daiki estuvo fuera. Posaron su mirada en el castaño y vieron como éste sonreía también.
- ¿Y cómo le conoció? – preguntó curioso Yuto. Las historias de antes siempre le habían llamado la atención, siempre escuchaba a su abuelo relatarlas.
- Bueno… es algo largo de contar. – respondió para darle después un elegante sorbo a su taza de té. – Pero si tenéis interés y paciencia os lo puedo contar. – terminó con su inseparable sonrisa.
Ellos asintieron entusiasmados, nunca estaba demás saber algo sobre la familia Arioka. Yamada miraba interesado a la anciana, siempre había querido conocerla. Daiki hablaba maravillas sobre su persona y ahora sabía el por qué, ella era realmente agradable y carismática.
- Él y yo vivíamos en el mismo barrio. Siempre habíamos sido amigos y teníamos muy buena relación. – relató mirando la foto de su difunto esposo con un infinito amor. – Él siempre me había llamado la atención, siempre sonriendo y rodeado de gente. Nunca se rendía y miraba de frente al futuro, un gran carisma y una grata personalidad. – hizo una pausa sonriendo levemente. – Pero él nunca se había fijado en mí como algo más que una amiga, es más, era su mejor amiga. – su sonrisa pasó a ser divertida seguramente de recordar el pasado. – Era demasiado despistado para eso. Dos días antes de que él marchase al ejército me armé de valor y le dije lo que sentía. – todos pusieron gesto de asombro en sus rostros. – Él simplemente me contestó que cuando volviese me lo diría. Y yo esperé y esperé, fue una espera larga y tortuosa, no quería llegar a pensar que algo malo le había pasado, pues yo creía en sus palabras, sabía que volvería para darme la respuesta, confiaba en él. Después de cinco meses volvió, gracias a Dios, sano y salvo. Dándome una afirmativa de su parte. – sonrió tiernamente.
- Él me ha dado la mejor vida que una mujer pudiese tener, supo cuidarme y respetarme. Pasamos muchas dificultades juntos, demasiadas, pero supimos llevarlo adelante. Siempre atento a mis necesidades, nunca perdió su sonrisa y su carisma le llevó a morir feliz. – finalizó el relato mirando con amor la foto de su radiante esposo. Aún le seguía queriendo y esperaría para reencontrarse con él.
- Que bonita historia. – elogió Yuto admirado. Le gustaban esas historias de superación.
- Deben atesorar el amor, pues es el único hilo conductor. El amor te hace preocuparte por la persona que amas, es lo que nos mantiene unidos a todos. El amor saca lo mejor de cada persona. – aconsejó la señora a cada uno de ellos. Estaban en esa etapa donde no prestaban atención al amor, por no hablar de los tiempos que ahora corrían, donde una relación dura solamente tres telediarios.
Después de esa agradable conversación pasaron al patio trasero, donde había un pequeño jardín. La señora se sentó en el suelo de la terraza admirando como los jóvenes jugaban con la manguera y el agua. No había nada como la juventud, donde no tienes límites ni impedimentos, cuando te crees capaz de comerte el mundo y no le dabas más de dos pensamientos a un mismo asunto.
- Bendita juventud… - murmuró dándole un pequeño sorbo al té, cerró los ojos al momento de tragar el líquido.
- Hola, abuela. – saludó Daiki sentándose a un lado de ella. Venía de la cocina con un vaso de té helado, necesitaba ese trago frío en ese día tan caluroso. La señora se giró y le sonrió cálidamente.
- ¿Qué tal has pasado el verano? – preguntó mirando de nuevo a los chicos que se divertían, escuchando contenta las escandalosas risas de la vitalidad.
- Muy bien. – sonrió. Aunque hubo muchos momentos incómodos, la mayoría eran gratos e inolvidables. Sonrió triste al pensar en su decisión, comenzaba a temer pero se mantendría firme.
- ¿Has sido precavido? – insistió la mujer aún mirando a los amigos de su nieto. No quería mirar a su acompañante pues sabía que tendría una mueca triste, ese tema no era agradable para ninguno de los dos.
- Sí, he seguido todo lo que me mandó mamá. – respondió, comprendía la preocupación de su abuela, cualquiera se preocuparía. Pero había seguido al pie de la letra todo lo que le dictó su madre.
- Tienes que cuidarte no querrás que… - iba a continuar pero fue interrumpida por su nieto que sonrió tranquilo.
- Tranquila, no me volverá a pasar nada. – aseguró haciendo que la anciana se girara a mirarle por ese tono de seguridad. Por un momento creyó escuchar la voz de su difunto esposo, sonrió al ver que su adorado nieto se parecía mucho a su marido.
Ella simplemente sonrió, creería en esas palabras, al igual que había creído en la promesa de su esposo antaño. No quería volver a ver a su nieto tan mal como hacía unos años, no quería volver a verle…
Hikaru que estaba detrás de ellos dos, ya que había ido al baño, abrió los ojos sorprendido. ¿De qué estaban hablando? ¿Qué le había pasado a Daiki? ¿Por qué tenía que tomar tantas precauciones? Quería preguntárselo al menor, pero no se atrevía, parecía realmente serio y temía la respuesta.
- Oh, Hikaru-kun, ya has llegado. – saludó Yamada que estaba en el jardín con el resto. Daiki se giró sorprendido al verle detrás de él, temiendo que hubiese escuchado algo.
- Sí. – contestó el mayor sonriente. Tenía muchas dudas pero no quería preocupar al grupo y mucho menos preguntarle a Arioka delante de todos.
La tarde siguió tranquila y con muchas risas, como siempre que se juntaban. Acabaron agotados sentados en el porche, donde estuvieron todo el tiempo sentados Daiki y su abuela.
- Tenéis mucha energía. – elogió la señora sonriendo tiernamente y mirándoles divertida.
- Solemos ser así cuando nos juntamos todos. – respondió Takaki sonriendo contento. Volvían a comportarse como antes, pareciera que no hubiese pasado nada en todo ese tiempo.
- ¿Así de infantiles quieres decir? – añadió Ryutaro irónico. Hacía tiempo que no se comportaba así, creía que había madurado pero simplemente era fachada. Al igual que todos sus amigos que seguían siendo igual de críos.
El resto rió ante la ocurrencia del menor de todos y comenzaron una charla en la que recordaron viejos tiempos, donde todo era igual a ahora.
- Me lo he pasado muy bien. – se despidió Inoo haciendo una reverencia, el resto le imitó y fueron despidiéndose uno a uno, siendo Hikaru el último.
- ¿Volverás a visitarme, Daiki? – preguntó su abuela, solamente quedaban ellos dos, estaba Daiki despidiéndose de su adorada abuela.
- Por supuesto. – aseguró sonriente y mostrándole el puño cerrado con el pulgar hacia arriba, acentuando su promesa.
- Cuídate mucho y protégete. Haz caso a todo lo que te mande tu madre. – aconsejó de nuevo la mujer sacando un leve suspiro de cansancio a su nieto. Éste sonrió y se acercó a abrazarla.
- Ya te he dicho que no me volverás a ver en una camilla de hospital, abuela. – aseguró de nuevo completamente convencido de sus palabras. Se separó y le dio un beso en la frente, tratando de tranquilizarla, sonrió y se despidió de ella.
Llegaron a casa completamente exhaustos, había sido un día ajetreado y ya era de noche. Se dejaron caer de nuevo en el sofá, Hikaru miraba incesantemente a Arioka. Quería preguntarle, pero no sabía qué decirle. A decir verdad, Daiki nunca había explicado por qué se había ido y eso simplemente le hacía la intriga más grande.
- Me voy a acostar. – informó Chinen levantándose y yendo hacia las escaleras.
Bostezó en el trayecto unas tres veces, llegó a la habitación arrimando la puerta levemente sin percatarse de que alguien, sin hacer el menor ruido había entrado. Ese alguien le cogió del brazo girándole y empotrándole contra la pared.
- Me he cansado de tu indiferencia… - susurró Ryutaro en el oído del mayor.
*Fin del cap.17*
Bueno, ¿qué cómo ha estado?
¿Qué creeís que pueda ser lo que tiene Daiki?
¿Hikaru le preguntará o no?
¿Ryutaro actuará de una buena vez?
¿No es muy adorable la abuela Arioka?
¿Os gusta como avanza la historia?¿O va muy lenta?
¡Contestarme las preguntas si queréis en los comentarios! >_<
¡Mimi-chan destaaa~!
Asjhsbajsdgvhjdcbzsk
ResponderEliminar-muere-
Este capítulo estuvo de lo más melancólico :'D
Me gustó bastante... y la intriga crece más.
Cuando Hikaru se semi enteró me emocioné, extrañamente.
Respondiendo a las preguntas:
1.- La verdad me tiene muy intrigada, ¿camilla? Eso ya es muy fuerte, pero viendo que su abuelo murió de cáncer, no me quiero imaginar qué ;O;
2.- La curia mata, me imagino que sí, o se lo sacará de una u otra forma
3.- Ashbajd ¡Espero que sí! Se quedó en una parte ChiiTaro tan emocionante <3
4.- Es un amor de persona <3 Se preocupa tanto por Daiki y la historia de amor con el señor Arioka se me hizo muy tierna
5.- Me fascina *w* y mira que escogiste un excelente día para publicarlo -for me- que lo vengo leyendo a las 12:30 am del 14 de enero -es su cumple- Qué buena forma de empezar este día *w*
Gracias por la conti, en verdad que me intrigó más y me hace desear más otro capítulo :)
asdasfasdas maldito yamada por que se va????? *en secreto (o no tan secreto) es una amante del ariyama* juuuuuuuuuuuuuu con lo monos que son, que pena me da daiki! T_T
ResponderEliminarY la escena con la abuelita también me ha matado de ternura, este fic me tiene mas que enamorada. ♥
Y el chitaro me está encantado! *¬*
Espero con muchisisisisissisiimas ganas la contii *___*!!!!