Hello! Aquí estoy para dejar un oneshot que me ha pedido mi querida Alex, que recomiendo que visiten su blog, escribe muy bien! >.< Aquí les dejo el
link
Pareja: Yamachii [Yamada Ryosuke&Chinen Yuri]
Extensión: Oneshot.
Género: Shounen-ai y algo de angust (creo)
Dedicado a: Alex, espero que te guste!! >.<
Nota: Sinceramente no escribo mucho de esta pareja, aunque no sé por qué... u_u pero me ha gustado escribir este oneshot, no sé si por el tema o qué... pero me ha gustado! *3*
Autora: Mimi-chan
*Capítulo único.*
Salió del edificio con una gran culpa en el pecho. Sujetaba la chaqueta entre sus manos que las tenía a la altura del corazón, mientras apretaba fuertemente la tela. Apretó los labios tratando de reprimir el nudo en la garganta que le dejaba un mal sabor de boca. Tragó repetidas veces intentando disiparlo, pero no lo consiguió. La culpa era mucha. Y no era para menos, lo que acababa de hacer era imperdonable además de una crueldad.
Detuvo su andar antes de dar la esquina, se giró y miró la ventana del apartamento en el que acababa de estar. Intentó vislumbrar esa silueta tan conocida para él, pero nada. Bajó la mirada mientras apretaba los puños en su pecho. Seguramente la otra persona se sentiría horrorosamente culpable.
Volvió su vista al frente y caminó aún más rápido que antes, todo lo que sus piernas podían, no quería correr y tampoco tenía intenciones de ello. Se preguntaba cómo se habían dado así las cosas, cómo era que se encontraba en ese tipo de situación. Aún no comprendía qué era lo que les había llevado a hacer tal locura.
Ahora sí, ahora corrió todo lo que pudo, como queriendo huir del lugar donde se habían dado los hechos. Quería llegar a casa y ducharse, para pensar luego las cosas con la cabeza fría. Sabía que la culpabilidad no se iría nunca, pero ya nada podía hacer, no había nada para remediarlo. Y contarlo no era una solución, pues había una tercera persona que quedaría gravemente dañada. Aunque seguramente cargar con esa culpa fuese tormentoso y difícil de llevar, lo haría.
Llegó a su casa en un pestañeo, desgraciadamente su casa no estaba muy lejos del lugar del que huía. Abrió de golpe y rápidamente cerró, sorprendiendo a su madre que se asomó al escuchar el estruendo, no pudo ver nada solamente escuchó unos pasos correr al piso de arriba y otro portazo. Supuso que había sido su hijo menor, instintivamente se preocupó, pero decidió dejarle hasta que se calmase.
Se apoyó en la puerta de su habitación y se dejó caer hasta sentarse en el suelo. Con las rodillas dobladas y los codos apoyados en ellas, mientras se sujetaba la cabeza con las manos. Se sentía la peor persona del mundo, sabía que había hecho algo malo pero a la vez había disfrutado haciéndolo. No podía negar que por su pasaban muchas ideas contradictorias; una parte se sentía fatal y juraba no volver a repetirlo, pero la otra lo había disfrutado.
Cerró los puños cogiendo algo de su pelo. A su mente llegó el sonriente rostro de su mejor amigo e inevitablemente los ojos se llenaron de lágrimas, no quería dejarlas bajar tenía mucho orgullo para ello, pero la situación requería que liberase un poco lo que llevaba dentro. El peso en su pecho era mucho.
No supo cuánto tiempo estuvo en la misma posición, pero supuso que bastante ya que cuando se levantó tenía el trasero algo dormido. Ya se sentía algo aliviado, al final, las lágrimas habían caído sin su consentimiento desahogándole un poco, aunque aún sentía una pesadumbre en el pecho, se sentía algo mejor.
Se dirigió al baño y se dispuso a ducharse, necesitaba relajarse aunque se hubiese desahogado tenía que pensar qué iba a hacer. También tendría que hablar con la otra parte, ya que no solamente él había cometido el error, habían sido los dos.
Salió con la toalla alrededor de su cadera y con otra secándose el pelo. Sin duda, la ducha le había sentado bien, tanto que le había entrado sueño. Se puso el pijama y se dejó caer encima de la cama. Miró el techo sin mirar, su mente aún le seguía dando vueltas al tema. Solamente de pensar que mañana se los encontraría a los dos… le dolía el pecho.
Cerró los ojos tratando de tranquilizarse, no podía ser tan malo. Nada más que tuviese oportunidad hablaría con él y se pondrían de acuerdo en qué hacer, no había que olvidar que había una tercera persona que era la víctima en todo esto.
El día amanecía para desgano del chico. Se revolvió en la cama nada más que sintió a su madre entrar en su habitación, sabía que tenía que levantarse pero la pereza le podía. Nunca había dado problemas para levantarse, pero dadas las circunstancias hoy no quería levantarse. Su madre le movió un poco logrando despertarle del todo, al final tuvo que levantarse para que su madre le dejase tranquilo y también para no preocuparla.
Se puso el uniforme del instituto y bajó a desayunar, sin ninguna gana, no quería que llegase la hora de marchar, pero a la vez estaba decidido a enfrentarle de frente, sabía que rehuyendo no conseguiría solucionar nada. Cuando acabó de comer se levantó con toda la parsimonia del mundo, bajo la atenta mirada de su hermana mayor y su madre. Salió con menos gana aún y para aumentar la desgracia, el instituto le quedaba cerca de casa, así que llegaría antes…
Cuando llegó a la entrada del instituto suspiró, parecía que no había rastro de ninguna de las dos personas que no quería ver. Se acercaba al aula cuando escuchó una de las voces.
- ¡Chinen! – gritó una voz detrás de él que le hizo saltar en el sitio. Ni si quiera se giró, no hacía falta, sabía de sobra quién era; era la víctima. Su espina dorsal mandó un respigo a todo el cuerpo, erizándole la piel. – Buenos días. – saludó contento, como siempre.
Chinen cuando vio esa sonrisa el látigo de la culpa sacudió su pecho, estrujando su corazón, atándole un nudo en la garganta. Tragó fuertemente y giró el rostro apartando la vista, sorprendiendo a su acompañante.
- Buenos días… - susurró débilmente el bajo sin mirarle. No tenía el valor suficiente para hacerlo, no después de aquello. Su voz había sonado débil y ronca, el nudo en la garganta no le dejaba hablar claramente. Obviamente su mejor amigo lo notó y se acercó para mirarle intensamente al rostro, clavando su negra mirada en la afligida de Chinen.
- ¿Pasa algo? – preguntó preocupado, Yuri desvió de nuevo el rostro. Ni si quiera mirarle podía, la culpa era mucha. Tenía miedo de acabar diciéndoselo, pero a la vez no quería terminar la relación que tenían, habían sido amigos desde siempre.
- No, solo que creo que estoy resfriado. – esa era un buena escusa, o eso pensó él. – No quiero contagiártelo. – finalizó explicando su comportamiento y el por qué rehuía su cara. El otro sonrió enérgicamente como siempre hacía y asintió.
- Ya veo. Espero que no sea nada grave. – dijo mientras caminaban dirección al aula. Siguieron hablando, aunque solamente hablaba el otro, Chinen no podía decir nada, solamente asentía a lo que escuchaba.
- Mira, ahí está Yama-chan. – interrumpió el pequeño silencio que se había formado el acompañante. Chinen instintivamente levantó la mirada para verle.
Maldijo la hora en que le miró, estaba parado al lado de la puerta del aula, apoyado en la pared, cruzado de brazos y con el pie en la pared también. Estaba serio y Chinen sabía por qué, seguramente el tema que le traía de cabeza a él, también estaba castigando a su amigo. Tragó saliva, no pudo evitar pensar lo atractivo que se veía en esa posición. Apartó la vista rápidamente para alejar todo pensamiento sobre Yamada de su mente.
Escuchó como su alto amigo corría al encuentro del tercero, elevó un poco la mirada solamente para sentir como se estrujaba su corazón. Verlos hablar tan tranquilamente y con esa aura de enamorados, le producía un intenso dolor. Creía que sería de la culpa que sentía, pero sabía que había algo más. Ver ese pequeño sonrojo en la cara de Yamada, saber que era por su mejor amigo y no por él… a pesar de lo que habían hecho la tarde anterior.
Bajó la mirada y dirigió una mano al pecho, como la tarde anterior, creía que así menguaría el dolor, pero nada, ni un poco. Inclusive se sentía peor, cerró los ojos tratando de relajarse y disipar el dolor de su pecho. No podía exteriorizar sus emociones, así Yuto se daría cuenta de que le pasaba algo y no quería. Suspiró sacando fuera la pesadumbre de su cuerpo, se mojó los labios y subió la mirada decidido. Tragó saliva y sonrió mientras caminaba hacia sus dos amigos.
- Buenos días, Yama-chan. – saludó con toda la naturalidad que pudo, miró de reojo a Nakajima para saber si había notado algo, pero no así que sonrió aliviado dirigiendo de nuevo su mirada hacia el saludado quien le miraba intensamente, consiguiendo que sus mejillas se coloreasen levemente.
- Buenos días, Yuri. – saludó sonriendo tranquilo. Chinen sintió envidia de su amigo, ¿cómo podía estar tan tranquilo después de lo sucedido? ¡Él también quería estarlo! Pero no podía… la situación era muy difícil de llevar para su persona.
Después, los tres entraron tranquilamente a la clase. Chinen suspiró aliviado, había pasado la primera prueba: el verle a la cara a primera hora de la mañana, sin duda había sido difícil para su pequeño cuerpo, pero creía que podría sobrellevarlo.
Las clases comenzaron, consiguiendo distraerle un poco. Aunque de vez en cuando recordaba el suceso de la tarde anterior y sentía los colores subirse a su rostro, pero al minuto siguiente la culpa le azotaba el cuerpo, recordándole que Yamada no era para él, que ya tenía un dueño. Varias veces había sentido la tentación de mirarle y lo habría hecho si no llega a ser por su autocontrol, no se podía permitir mirarle ¿qué pasaría, si por un casual, Yamada también le estaba mirando? Ahora no tenía a Yuto para desviar la mirada, sabía que se quedaría prendado de esa enigmática mirada que conseguía atraparle intensamente.
La campana sonó sacándole de sus tortuosos pensamientos, cosa que agradeció. Rápidamente salió en dirección al baño, tenía que despejarse un poco. Llegó y se miró en el espejo. Tenía que admitir que se estaba comportando como una colegiala enamorada, como un niño caprichoso. Pero es que la situación le podía, no sabía si aguantaría mucho tiempo en silencio. Él no quería decir nada, pues la relación de Yuto y Ryosuke peligraría, pero era mucha la angustia. También se sentía incómodo en todo momento, le cansaba tener que controlarse a todas horas, tener que retener las feroces ganas de besarle a cada instante.
Abrió el grifo y se empapó el rostro, tratando de enfriarse. Ya estaba bien. Tenía que pensar las cosas con calma, un movimiento en falso y la felicidad de su mejor amigo se iría. Ya no tenía que hacerlo solo por él, sino por Yuto que no se lo merecía. Cerró el agua y se miró de nuevo en el espejo. Analizándose, preguntándose cómo había permitido que eso pasase.
- Veo que sigues aquí. – habló alguien detrás de él. Rápidamente miró a través del espejo detrás de él. Se sobresaltó al ver que era Ryosuke quien estaba detrás. Giró un poco la mirada al ver que Yamada también le miraba por el espejo. Recorrió el sitio en busca de que alguien hubiese en el baño, para salvarle. Pero nada, estaban los dos solos.
- ¿Qué haces aquí? – no pudo evitar el tono de reproche y algo frío que le salió. No le tenía rabia a Yamada, ni mucho menos. Solamente quería un momento para él solo y nuevamente, no podía. Vio a través del espejo a Ryosuke sonreír, apretó los labios; le encantaba esa sonrisa.
- Yuto estaba preocupado y me mandó a buscarte. – respondió con esa sonrisa de enamorado que siempre ponía cada vez que se trataba de Nakajima. Chinen se mordió el interior de la mejilla molesto, odiaba saber lo enamorado que estaba el castaño de su mejor amigo y se sentía fatal por ello.
- Así que eres un mandado. – susurró Chinen apretando los puños encima del lavabo. Se sentía furioso, pues en su interior había pensado que tal vez el mayor estaba allí por preocupación, pero, de nuevo, estaba equivocado y había sido un completo iluso. Parecía que no se cansaba de salir lastimado ya que siempre acababa ilusionándose.
- No le puedo negar anda a Yuto. – su voz sonó tan dulce y armoniosa que el menor sintió estrujar su corazón. ¿Por qué le pasaba eso a él? ¿Qué había hecho él para merecer tal dolor?
Se despegó del lavabo y se dirigió a la puerta, se tenía que ir lo antes posible, sus ojos se estaban aguando y no quería que Yamada le viese llorar, porque así solamente le haría sentirse culpable y tampoco quería verle a él sufrir. Solamente podía guardárselo para él como siempre había hecho.
El agarre de Ryosuke le detuvo, se giró a mirarle con los ojos ligeramente abiertos de la impresión. El mayor le miraba fijamente, intenso, duro, firme… haciéndole incomodar a la vez que se quedaba absorto mirándole. Le encantaba esa intensa mirada castaña que el mayor tenía, la amaba. Esos grandes y expresivos ojos que a través de ellos sabías el estado de humor del propietario, le encantaban.
- Yuri… - susurró el mayor erizándole la piel. El moreno no pudo articular palabra ya que se vio impedido por los carnosos labios del mayor que estaban sobre los suyos. ¿Otra vez? Pensó Chinen cuando sintió la presión.
Aún a pesar de todo el dolor sentido la noche anterior, de haber llorado y de la culpa de esta mañana; correspondió al beso necesitado. Era su medicina para mitigar el dolor de su pecho, creía que probándola curaría. Rodeó el cuello del castaño que abrazó su cintura, apretándole contra él, notando la totalidad de los cuerpos. Sus lenguas se rozaban contentas de cariño, un cariño inesperado. Yuri llevó sus manos al corto cabello castaño y lo revolvió divertido.
El beso se iba tornando apasionado y demandante. Ágilmente Yamada metió sus manos por debajo de la camisa y el jersey del menor, quien suspiró al sentir sus frías manos en su ardiente torso. El castaño, después de inspeccionar el pecho ajeno, posó sus manos en el borde del pantalón, moviendo sus dedos dándole pequeños roces al menor que cada vez suspiraba más. Yamada sonrió de medio lado al escuchar esos pequeños gemidos salir de la garganta del moreno, le encantaba ser conocedor de lo débil que era Chinen ante una caricia suya.
Volvió a besar esos labios que no había parado de desear desde la tarde anterior. Era increíble, una fuerza magnética le unía a esos labios, había algo que le ataba a ellos y no sabía el qué, simplemente quería besarlos una y otra vez. Durante el beso dirigió sus manos hasta el cierre de su pantalón para desabrocharlo. Aún estando en un lugar público no les importaba, cualquiera podía entrar y ahí estaban ellos dos.
Chinen revolvía los cabellos castaños mientras besaba ansiosamente los labios de su acompañante. Trataba de juntar al completo ambos cuerpos, aún a pesar de la molesta ropa, quería sentir a Yamada enteramente. Abrió los ojos súbitamente al recobrar la cordura, estaba por cometer algo que más adelante lamentaría, algo que no estaba bien. Yamada tenía pareja y esa persona era nada más y nada menos que su mejor amigo; la persona que mejor le conocía, con la que había crecido, en la que confiaba completamente y seguramente él también. Y ahí se encontraba él, traicionando a la persona que más le había apoyado y que seguramente nunca le juzgaría.
Puso las manos en el pecho del mayor y se separó a pesar de que su cuerpo y su corazón no querían, a pesar de que él lo deseaba, a pesar de que le amaba… se separó. Tenía que hacerlo, era más importante Yuto para él que sus propios sentimientos. Pero es que no podía traicionar por segunda vez a la persona que siempre había estado a su lado.
Yamada miró al moreno con duda, se suponía que Chinen también quería lo que estaba a punto de suceder pues le había correspondido al primer beso. Entonces, ¿por qué se apartaba de su cuerpo? Él quería sentir el calor del pequeño cuerpo contra el suyo.
- No podemos… - susurró el menor mirando al suelo, sabía que si le miraba a la cara no podría contenerse y acabarían haciéndolo allí mismo. Pero no, Yuto los esperaba paciente y solo en la cafetería. ¿Qué clase de amigo era él que se andaba besando con novios ajenos? ¿Qué clase de persona hacía esa clase de crueldades?
- ¿No lo quieres hacer aquí? – preguntó dudoso y con la voz ronca de tan apasionado encuentro entre ambas bocas. Chinen apretó los puños hasta conseguir poner los nudillos blancos, sentía rabia. ¿Es que Yamada no se sentía ni una pizca culpable? ¿No se arrepentía de haberlo hecho con él la tarde anterior? ¿Qué tenía Ryosuke en la cabeza?
- No es eso. – hizo una pausa en la que expulsó todo el aire de sus pulmones sin cesar el apretamiento de sus puños. – Esto no está bien, Yamada. – se había ahorrado el apelativo cariñoso, no era momento ni situación para andar con sobrenombres. - ¡Tienes novio, por el amor de Dios! – elevó el tono de voz, pero no mucho, ya que si alguien pasase por el pasillo le oiría.
- Eso no te importó ayer por la tarde. – acusó Ryosuke frívolamente. Con eso no quería decir que fuese culpa del menor, claramente habían sido culpables ambos, pero no entendía porque ayer sí y hoy no.
- Ya lo sé… pero no quiero volver a repetirlo. – habló claro.
Aunque no sintiese esas palabras y se muriese de ganas por sentir el amplio cuerpo del castaño, no podía ser. Tendría que desechar esos sentimientos cuanto antes, a pesar de llevar tiempo enamorado de Yamada tenía que olvidarle. Así solamente sufría. Ryosuke estaba enamorado de Yuto y si el mayor había querido revolcarse con él era porque Nakajima aún no quería intimar con el castaño. Llevaban seis meses de relación y, según le había contado su amigo, aún no se habían acostado. Así que era normal que Yamada buscase acostarse con alguien y ese alguien había sido él. Eso no quería decir que el castaño sintiese por él.
- No quiero ser el segundo plato de nadie. – levantó la mirada y la fijó en el mayor que abrió los ojos sorprendido. Los oscuros ojos de Chinen estaban a punto de desbordar, los tenía llenos de lágrimas. – No quiero que lo dejes con Yuto, simplemente… no quiero tener más trato contigo. Delante de Yuto te hablaré normal para que no sospeche nada, pero no habrá más contacto entre nosotros. – Yamada apretó los puños enfadado. – No le diré nada a Yuto porque se ve que os queréis bastante. Solamente te pido que no le traiciones más y menos por un revolcón. Tienes que esperarle. – se giró y salió rápidamente del lugar, en cualquier momento rompería en llanto y no quería que fuese delante de Ryosuke.
Yamada apretaba los puños fuertemente, consiguiendo enterrarse sus cortas uñas en la palma de su mano. Sentía impotencia, no quería acabar así con Chinen, tampoco quería dejar de hablarle, quería verle sonreír y no llorar. Apretó la mandíbula conteniendo toda la ira que sentía, era ira hacia sí mismo, era la peor persona que había en el mundo. Había traicionado a su novio y había hecho llorar a la persona que quería.
Los días pasaron lentamente para Chinen, tener que aparentar delante de Yuto era muy cansado. Tener que hablar y sonreírle a Yamada le dolía, le oprimía le corazón hasta el punto de no poder respirar. Las ganas de llorar se presentaban a todo momento, cada vez que les veía sonreírse o darse un corto beso. No podía seguir así, se había propuesto olvidar al castaño pero le estaba resultando muy difícil, realmente complicado. ¿Qué hacía la gente para desenamorarse? ¿Se buscaba otra persona? ¿Simplemente se olvidaba de sus sentimientos? ¡Quería saber la fórmula para dejar de amar!
Era por la tarde y Chinen se encontraba encerrado en su cuarto como siempre desde que había sucedido eso en el baño con Yamada. Estaba sentado en la cama, con la espalda apoyada en la pared, tenía abrazadas las piernas y la frente apoyada en las rodillas. Inmerso en sus pensamientos y poniendo orden a sus sentimientos, cuando la melodía de un nuevo mensaje en su teléfono le distrajo. Llevó su mano hasta el móvil que reposaba encima de la almohada y desbloqueó la pantalla. Se sorprendió al ver que el remitente era Yuto, abrió el mensaje y leyó.
Automáticamente el miedo se apoderó de su persona, le comenzaron a temblar las manos levemente a la vez que mantenía los ojos abiertos. Releyendo el mensaje una y otra vez. Un contundente “Lo he dejado con Yama-chan, tenemos que hablar”, era todo el mensaje, Su sistema de alarma se disparó, pues claramente ese “tenemos que habar” le daba a entender que Yamada le había contado lo sucedido entre ellos. ¿Por qué otra cosa iban a romper? Si se querían mucho, las cosas no podían haber cambiado de la noche a la mañana. Como pudo contestó al mensaje, los nervios le podían. Ya pensaba en qué decirle cuando le enfrentara cara a cara, aunque premeditarlo no era una opción y buscar escusas tampoco, tendría que hacerle frente.
Abrazó las piernas de nuevo y volvió a apoyar la frente en las rodillas. ¿Por qué había pasado esto? Él se había alejado de Yamada para precisamente no encontrarse en esta situación. Había preferido la felicidad de su amigo antes que la suya propia para que esto no sucediese, ¿y por qué aún así, después de sus esfuerzos, todo había acabado? ¿Qué más tenía que hacer? Haría lo que fuese, porque los quería a ambos y sabía que ellos se querían, aún si no tuviese fuerza ni voluntad lo haría. Pero ya era imposible, ya habían roto, ya nada tenía sentido. Sus esfuerzos fueron en vano.
Su teléfono volvió a sonar anunciándole otro mensaje, supuso que era Yuto contestándole al “ahora mismo no puedo” que él le había mandado. Y efectivamente así era, le contestó diciéndole que ya mañana hablarían. Eso alivió su pequeño cuerpo, tendría un poco más de tiempo aunque sea para asimilar la situación, era difícil. Sabía que Yuto no haría cosas como gritarle o pegarle, simplemente callaría y romperían para siempre la amistad. Y eso era lo que más le dolía, Yuto se lo guardaría todo para él seguramente para no hacerle sentir mal, simplemente porque tenía mucho respeto por la amistad que aún mantenían. Cosa que él no, él había preferido una tarde de sexo antes que a la persona que había estado siempre a su lado.
Las lágrimas cayeron sorpresivamente para su dueño, ni cuenta se había dado de que sus ojos se aguaron. Inspiró haciendo ruido con la nariz a la vez que soltaba una risita irónica. ¿De qué le servía ahora llorar? Se lo tenía merecido, él había amado a una persona que no era para él, quería a una persona que ya tenía dueño y no era él. Era su castigo por querer al novio de su amigo, pues estaba irremediablemente enamorado de Yamada. Lo supo desde el primer beso que se dieron o desde la primera mirada intensa de esa tarde. Y a pesar de sus ganas por olvidarle, su corazón no le hacía caso, seguía empeñado en amar a alguien que no le quería.
La puerta principal de la casa sonó sobresaltándole, sacándole de sus pensamientos mientras elevaba la cabeza por el susto dejando al descubierto sus algo irritados ojos. Limpió el rastro de lágrimas en sus mejillas y se levantó de la cama. Se dio un vistazo rápido en el espejo y salió a recibir a la persona, tenía que ir él ya que se encontraba solo en casa. Su madre había ido a visitar a su tía y su hermana se encontraba en clases de baile, como siempre. No quería ver a nadie, pero tampoco quería ser descortés, puede que fuese alguna amiga de su madre o hermana que venían a visitarla. Cuando llegó a la entrada se calzó las zapatillas y abrió la puerta sorprendiéndose al ver que se trataba de Yamada el que llamaba a la puerta.
Dio un paso para atrás sin soltar la puerta, mientras llevaba una mano al pecho para tratar de parar su alocado corazón. ¿Qué hacía ahí? Puede que viniese a reñirle, a echarle en cara el haberse acostado juntos, que por su culpa había roto con Yuto que desearía nunca haber cruzado más de dos palabras con él. Seguramente era eso. Pero ese pensamiento le hacía daño, le quemaba el corazón y le creaba unas enormes ganas de llorar que le creaban un nudo en la garganta.
Sin el mayor decir nada lloró, en silencio. Yamada abrió los ojos al ver el rostro empapado en lágrimas del menor. Quiso acercarse y no se reprimió, verle así le oprimía el pecho, le dolía. No quería verle llorar con tanta tristeza como ahora. Se acercó al menor y le abrazó, le apretó tan fuertemente que le dolía, quería aliviar el dolor mutuo. Ambos estaban dolidos, querían quitarse el dolor.
- Lo siento… es por mi culpa. – susurró el moreno contra el pecho del mayor, quién arrugó el ceño confuso. ¿A qué se refería? Ni si quiera había empezado a hablar y el bajo ya se echaba la culpa.
- ¿Qué ha sido tu culpa? – preguntó apoyando la barbilla en la cabeza del menor que tembló al sentirle, pero apretó más el abrazo. Chinen podía aspirar el aroma del castaño, le relajaba y le hacía disminuir el llanto.
- Todo. Si yo no te hubiese llevado la tarea esa tarde… nada de esto hubiese pasado. – su voz era débil, su garganta aún mantenía el nudo que le oprimía el pecho. De su boca salían sollozos tan sonoros que ni el amplio pecho del mayor podía callar.
- ¿Te arrepientes? – preguntó mientras llevaban una mano, ya que le tenía abrazado por los hombros, a la cabeza para aliviarle un poco, aunque sabía que no podía. La tristeza de Yuri era tanta y tan profunda que con un simple abrazo y caricias no la iba a disipar.
- Eso es lo peor. – hizo una pausa en la que apretó sus brazos tratando de que así no se escuchase lo que estaba por decir. – Que no me arrepiento, que lo disfruté y que si por mí fuese… lo volvería a repetir. – se sinceró el menor. Tenía que soltarlo, tal vez así pudiese olvidarse de ese amor que le quemaba, que le daba ganas de llorar por todo. Ese amor tan… ilógico.
- Yo también. – comentó haciendo que el moreno abriese los ojos en el pecho del mayor. ¿Él también quería repetirlo? ¿Tampoco se arrepentía? ¿Lo había disfrutado? No pudo evitar un vuelco al corazón que comenzó a latir frenéticamente.
- Pero no de la misma forma. – Chinen deshizo el contacto para mirarle a la cara fijamente. Ahora llegaba el momento de su confesión, lo dejaría salir de una vez por todas, para así sentirse libre y poder mirar hacia adelante. Mañana hablaría apropiadamente con Yuto, le explicaría qué le pasaba pero que no tenía intenciones de seguir así, que se olvidaría de Ryosuke.
- ¿Qué otra forma hay? – preguntó tratando de hacer una broma para relajar el ambiente. Sentía que estaba muy tenso y no quería tensiones entre ellos dos. Tenían que arreglar las cosas y qué mejor forma que en un ambiente cómodo. Miró con una pequeña sonrisa el rostro del menor, aún lleno de lágrimas le parecía hermoso. Da igual la expresión que tuviese Chinen que siempre estaría guapo ante sus ojos.
- Solamente hay dos. – tragó algo de saliva, no era la confesión que él tenía pensada pero se lo diría de todas formas. – Cuando mantienes sexo o cuando haces el amor. – hizo una pequeña pausa y continuó. – Yo quiero hacer el amor contigo. Y no solo una tarde, todas. Pero dentro de una relación. – inspiró todo el aire que pudo. – Te quiero, Ryosuke. – se atrevió a llamarle por su nombre, nunca lo había hecho, solamente a Yuto. Se mordió el labio inferior al ver la mirada sorprendida del castaño.
Hubo un silencio incómodo. Chinen apretaba los puños a la espera de la negativa por parte del mayor, no sabía por qué tardaba tanto en decirla si estaba claro que no. Acababa de salir de una relación era normal que no tuviese sentimientos hacia su persona. Yamada se acercó eliminando toda distancia entre sus cuerpos, le acarició una mejilla borrando una lágrima solitaria que aún bajaba frenética por su mejilla. Le sonrió todo lo tierno que pudo, tratando de transmitirle todo lo que llevaba guardado, que era mucho.
- Yo también te quiero. – susurró antes de sellar sus labios con los pálidos del moreno.
Por fin lo habían dicho, por fin todo quedaba resuelto. Chinen sintió ese beso conocido, era como el primero que se habían dado esa tarde en el apartamento de Yamada y como el último después de haberlo hecho. Donde se decían todo lo que se querían, que se deseaban, que se amaban.
No hubo más preocupaciones, ni más tensiones, ni más culpables… solamente eran dos personas que se habían enamorado en una situación equivocada. Habían cometido el error de quererse cuando había otra persona que sufriría. Pero esa tarde se demostraron de nuevo el amor que se tenían, como la primera vez donde ninguno de los dos se había dado cuenta de que se querían.
Arriba, en el cuarto de Chinen, concretamente encima de la mesita, el móvil se iluminó anunciando un nuevo mensaje que ninguno vio porque estaban preocupados en quererse. Era un mensaje de Yuto que decía.
“
Siento que he fallado, me he enamorado de otra persona mientras estaba con Yama-chan. Solo hasta hoy he tenido el valor de decírselo. Pero sorprendentemente me ha comprendido y me ha dicho que a él también le había pasado.
Espero que seáis muy felices, de todo corazón.”
Cuando las oportunidades llegan
no hay que dejarlas pasar… puede que nunca vuelvan.
*Fin.*
¡Espero que les haya gustado! >.<
¡Mimi-chan destaaa~!